En
esta soledad de piedra,
en
esta sola angustia de pájaro,
ando
a pie y en pie lucha,
como
la tinta áspera dice
en
esos cartelones de estraza,
y
escribo: “mi alma pulpa de colibrí
del
cuerpo de tu esencia”,
en
el silencio blanco de la pantalla
y
en esta soledad de piedra
contra
las multitudes del óxido.
Escribo
esto en pie de lucha
ahí
donde debiera gritarse
“¡muerte, sangre, miseria, injusticia!”,
y
dar esa aciaga sensación
de
absoluta verdad, de verdad incorruptible,
pero
no soy quien anda en multitudes
ni
gana con la prensa su salario
sino
quien en papel trasfunde la palabra
del
silencio profundo de los piedra
desde
su cuerpo dúctil y bello.
La
palabra me dicta en este instante.
Yo
escucho. Y la escribo.
Doy
mi tiempo a su templo y resisto
en
esta soledad de piedra
a
perderme en las sombras de un salario
y
en la angustia inclemente de los días.
Resisto
por la suave vorágine de la palabra
amor,
que desnudándome abre su silencio.
A
pie y en pie de lucha
resisto
en el huesito del misterio
tras
la pulpa dulcísima de la carne de la luz
contra
bala, muerte, sangre y miseria.
14 de julio de 2015
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