lunes, 17 de agosto de 2015

Reclamos

No me importa un tu coche 
ni tu departamento
ni que sean ellas altas verdes y azules.
Me importa un carajo tu religión de festejos 
tu partido político y tu equipo de fútbol.
Me parece insignificante ir a Nueva York
a París a Roma a la India como al salero.
Mi ropa desentona porque uso la mi abuelo.
Me interesan poco los hoteles desmesurados
los rascacielos los celulares de avanzada.
Muy poco me impresionan botellas costosas.
Poco me aficiono a drogas tremebundas 
a los nuevos conciertos de hojalata 
al novísimo libro para pasar las vacaciones.
Me asquean premios y farandulillas.
Me importuna llamar a cualquiera maestro.
Nada me significan grandes firmas y marcas. 
Así es, aunque vaya a la playa al salero 
aunque venga en un coche y grite al fútbol 
aunque consuma drogas tremebundas 
aunque te llame maestro y beba contigo
y sea un falso hijo de su falsísima especie;
os juro, no me son tan necesarios 
ni tan importantes como el amor
que se puede beber en un vaso de agua
y de otras mil maneras: 
melón, Catarina, tú, mar, aquel, piedra… 
y sin él mi vida sería una juventud miserable.

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